sábado, 21 de julio de 2012

Hamlet


  • The Tragedy of Hamlet, Prince of Denmark
  • William Shakespeare [Inglaterra]
  • Primera edición: 1599-1601
  • Teatro/Tragedia

Hamlet: Ser o no ser: he ahí el problema.
¿Qué es más noble? ¿Soportar el alma
los duros tiros de la adversa suerte,
o armarse contra un mar de desventuras,
hacerles frente, y acabar con ellas?
Morir… dormir… no más. Pensar que un  sueño
da fin a las angustias y mil males
que hereda nuestra carne, es meta digna
de ser íntimamente deseada.
Morir… dormir… dormir… soñar acaso. […]” 


¿Qué es más noble? ¿Analizar Hamlet como una obra magnánima, o soltarme a blasfemar? Como estudiante de Literatura Inglesa se espera de mí hojas y hojas de serio análisis, con letra Times 12 e interlineado doble. Pero, afortunadamente, éste no es mi ensayo final, por lo que puedo saltarme todo preámbulo de la grandeza y desahogar casi tres años de odiar dicha obra. Si quieren un análisis o un resumen de Hamlet vayan a cualquier libro o enciclopedia, o incluso a Wikipedia y, se los juro, la información no les faltará. De hecho podrían ir al instructivo de su microondas ahora mismo y encontrar alguna referencia a Hamlet. Y es que, oficialmente, esta es la obra más representada, parodiada, referida, analizada, parafraseada, congratulada –y muchos otros ‘adas’– del mundo. En alguna parte, en éste momento, alguien dice ‘to be or not to be’ o escenifica a un fantasma que exige venganza o inicia una tesis sobre el tema… ¿Entienden mi punto?

En reseñas anteriores he exteriorizado la desventaja de subir a nuestros autores, o a sus obras, a un pedestal inalcanzable. Hamlet es muy buen ejemplo de esto. Shakespeare es único, sí; un genio, lo acepto. Pero decir que esta obra es prueba de su genialidad denota una de dos cosas: o que no la leyeron o que curiosearon en una versión reducida. Es muy fácil asumir que si una obra es mundialmente representada se debe a su excelencia, cosa que es una fama inmerecida; sucede algo similar con Romeo y Julieta, todos los medios conocidos nos la han vendido como una historia de amor imposible, no como un drama de adolescentes calenturientos. De la misma forma, si bien Hamlet impone por una trama interesante, la obra en sí es un insulto. Son casi doscientas páginas de… ¡nada!


“Hamlet: […] Nunca; a pesar del juicio y del sigilo,
abre la cesta encima del tejado,
y deja que los pájaros se vuelen;
y como el mono aquél, métete en ella,
y rómpete la nunca al dar en tierra.

Reina: Créeme, si son aliento las palabras,
vida el aliento, vida no hay ni aliento
en mí para exhalar lo que me has dicho.”


Esas no son maneras de hablarle a tu madre, diría algún refrán. Me deslindo aquí de toda sombra de seriedad. Todos conocen la historia de Hamlet, de una u otra forma. Su tío asesina a su padre para casarse con su madre y convertirse en rey, su padre vuelve en forma de fantasma a pedirle que vengue su muerte. Hasta aquí todo en orden. Ahora bien, si el fantasma de tu padre aparece a mitad de la noche a decirte que vengues su muerte y recuperes el trono, es obvio que reaccionas. Tomas capa, espada, tal vez un suéter, y te lanzas por la cabeza del asesino del rey. Pero Hamlet no es así, Hamlet es el personaje más inactivo de la historia de la tragedia. “¿Han matado a mi padre? ¡Oh, no! ¿Qué haré? ¡Ya sé!... ¡Hacer tres horas de soliloquios y después ir a conseguir evidencias!” No por favor... La obra sigue y sigue, pasas páginas y páginas en las que Hamlet no hace nada. Si el fantasma ya te dijo lo que pasó e implora venganza para darle paz a su alma, ¿qué haces? La moral de Hamlet decae cada vez más, lo entiendo; asesinaron a su padre, su madre se casó con el asesino cuando el cuerpo del difunto rey aún no se enfriaba y después sus dos mejores amigos tratan de asesinarlo, claro que tiene razones para deprimirse. Pero sus actos no conllevan a los de un héroe, sino a los de un villano.

Los otros personajes también toman minutos de reflexión. Sabemos que a Shakespeare le gusta arrancar malas hierbas de raíz, tiene un don para sepultar genealogías de villanos por completo. Las familias en esta obra se han corrompido, tan sólo vean a Polonio, es el modelo ideal para un mal padre ‘Hija, querida Ofelia, mejor no te acuestes con Hamlet, al parecer está loco’. Está metido en todo asunto donde no le llaman, su lealtad se divide entre el dinero y el honor, es ése espíritu de me-meto-donde-nadie-me-llama lo que lo arrastra a morir tras una cortina, junto con ese crucial diálogo “¡Oh, he sido muerto!” (En serio). Laertes es una clase de hombre de la gran vida, conoce algo de la intimidad de todos, pero, ¡ah, no toques a mi hermana! Y, ¿recuerdan a Ofelia, aquella que enloqueció de amor? Ahogarse en un río mientras cantas puede ser o no muestra de amor, lo cierto es que el personaje llega a dar pena. Existe una raya entre la inocencia de una virgen y la estupidez de la misma; raya que es pisoteada por Hamlet, cuyos actos hacia ella no le piden nada a los de su tío con su madre.

Entonces, ésta genealogía de infieles y torcidos servidores es la primera en ser arrancada. Polonio muere por la espada de Hamlet, Ofelia muere de locura porque Hamlet mató a Polonio. Ésta obra también se caracteriza por tener nociones de tiempo confusas (Hamlet bien podría tener de dieciocho a treinta años) y subtemas absurdos, por ejemplo, el hecho de que Laertes no estuviera mientras asesinaban a su familia. Por lo que al regresar encuentra la mitad del panteón familiar lleno y clama venganza. Estupendo, otra venganza… para hoy. Y mientras tanto Hamlet sigue procrastinando el asesinato del rey. Incluso presenta un recurso teatral pocas veces visto, una obra dentro de una obra. Algo muy innovador, a saber, si aquel traidor reacciona ante una representación de un villano matando al rey, entonces debe ser culpable. ¿Entienden aquello de los giros innecesarios?

Incluso los dos mejores amigos de Hamlet, Rosencrantz y Guildenstern, son reclutados para darle fin al ya mencionado príncipe Hamlet bajo la elegante excusa de que está perdiendo la chaveta’. Podemos definir que la idea de amistad aún se mantenía confusa en aquellos días. Y, por cierto, esos dos dan paso posterior a otra obra, una mucho mejor que ésta. Pero, volviendo a Dinamarca, todos están contra todos, todos odian a todos. Hay algo enfermo en el reino, porque el rey ha muerto y, sin embargo, se organiza una fiesta cada día. Con Macbeth planteó el horror de la muerte de un rey, y en Hamlet es similar. Si bien el mundo no parece cercano al apocalipsis, las personas se corrompen de maneras absurdas. Gertrudis, la reina, no comprende qué es lo que ha hecho enloquecer a si hijo. ¿De verdad, no lo entiende? Se casó con el hermano de su esposo a los dos días del asesinato, debió ser eso.

Y de repente, después de ver un fantasma y hacer un soliloquio, después de matar a un lacayo y hacer un soliloquio, después de volver loca a una chica y hacer un soliloquio, desp—bueno, después de todo eso, Hamlet reacciona, –no entiendo cómo–, empuña la espada y todos mueren. Perdón por el spoiler, pero igual mueren. Y aún así Hamlet es un inactivo, ni la espada ni el veneno que dan fin a la mitad del palacio son suyos. Y Horacio, confidente de Hamlet, sobrevive. ¿Por qué? Sencillo, alguien debe contar la historia, alguien debe decir qué pasó. El primero en escuchar el miserable final de aquel reinado corrupto de Dinamarca será Fortimbrás, otro personaje que no parece tener razón de ser –aparece a mitad de la obra para pedir permiso de pasar junto con su ejército por Dinamarca y regresa al final para saber que ha pasado. Horacio da inicio a un nuevo reino. Nadie vive feliz por siempre, todos están muertos, y, probablemente, después de cinco horas representando esta obra, el público también puede estar agonizando.

Después de desahogar lo ridícula que me parece ésta tragedia, vuelvo a la seriedad. Sí, el lenguaje es bueno. Leyéndola en inglés sinceramente es una obra maestra. La trama, como ya dije, no es mala. Pero dando paso a todo lo ya mencionado, podrán observar que esta obra no es tan magna como quisiéramos que fuera. Es aburrida a más no poder, ni siquiera podemos decir que deje grandes sentencias moralizadoras o lecciones de vida, porque para encontrarlas es necesario escrutar miles de parlamentos de un muchacho deprimido. Hamlet no es el típico héroe de acción, es un error andante. Tal vez sea ése el mérito de ésta obra, mostrar a un individuo con todas sus faltas, por más absurdas, aburridas o innecesarias que sean; jalonear la tragedia hasta el plano humano, donde la neurosis se confunde con estupidez.

“Ofelia: […] Y, ¿no volverá jamás?
¡Ay! No murió; ¡fiera suerte!
Huye a tu lecho, de muerte.
Pues no volverá jamás.”

Múltiples precios, múltiples ediciones. 

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