sábado, 1 de diciembre de 2012

Escritor del mes: Charles Dickens


Ten un corazón que nunca endurezca, un carácter que nunca desfallezca, y un toque que nunca lastime.

Una de sus novelas —algunos críticos la consideran la mejor, incluso— se llama Bleak House, o Casa desolada. Me parece importante resaltar que, más allá de eso, Charles Dickens (Portsmouth, 7 Feb., 1812 - Higham, 9 Jun., 1870) siempre le habló a quienes venían de esas casas desoladas a través de las islas Británicas, puesto que él mismo provenía de una. No es necesario que yo sea melodramático y les exagere los eventos de su crianza, pero sí ayuda al entendimiento de su obra el saber que no le fue cualquier cosa mantenerse a flote, que la adolescencia y juventud fueron para él —citando otro título suyo— tiempos difíciles. Su padre solía gastar más de lo que tenía, y cayó en ese limbo de la sociedad inglesa de antaño llamado prisión de deudores. Para apoyar a su madre, él trabajó jornadas casi inhumanas, especialmente si consideramos su precaria edad, en una bodega como cargador o ayudante. ¿Qué? ¿Suena mucho a David Copperfield? Qué casualidad, ¿no?

A lo que quiero llegar no es a un punto en donde ustedes digan “pobrecito”, sino a otra cosa. Charles Dickens se convirtió así, contra su voluntad quizá, en un hombre que comprendía las sensibilidades de las clases bajas. No se trata sólo de un hombre que se levantó de esos sitios oscuros mediante su trabajo y talento; se trata de alguien que entendió la esencia de la gente que habitaba en esos lugares. Muchos años después llegarían críticos —Henry James, Virginia Woolf— a acusarle de un sentimentalismo sacarino, de una falta de profundidad psicológica en sus personajes. Pero Dostoievski, por ejemplo, escribía sobre filósofos o estudiantes. Flaubert sobre burgueses. Gente que se precia de su profundidad, pues. Dickens escribió sobre oprimidos, olvidados, gente a quien la profundidad no le importa, sino la comida, el sustento y la libertad básica. Gente que lo amó, por supuesto. Gente que, aunque analfabeta, se arremolinaba en pubs y demás lugares públicos para atender la lectura en voz alta de alguna novela suya.

Dios sabe que nunca debemos avergonzarnos de nuestras lágrimas, puesto que son lluvia sobre el polvo cegador de la tierra que cubre nuestros corazones duros. Estaba mejor que antes de haber llorado, —más arrepentido, más consciente de mi propia ingratitud, más gentil.

No es en balde que todos los niños pobres nos recuerden a sus personajes: le fuerza de su prosa era tal que consiguió hacer un retrato social tan convincente en su imagen que ya nunca quisimos alterarlo o abolirlo. Y sí, en Dickens los personajes no siguen arcos confusos ni exploraciones internas inexplicables. Es cierto, en ocasiones parecería que sus héroes son de cartón, puesto que se mueven con un estoicismo dramático que parece demasiado perfecto. Los buenos son buenos, los malos son malos —se acabó. Pero también es cierto que, a los ojos de las clases oprimidas, ésta parece ser la verdad en muchas ocasiones. En Historia de dos ciudades hay una escena desgarradora en que un carruaje arrolla a un niño sin detenerse más que a aventar una moneda en compensación, y diversos insultos. Muchos dirían que su retrato del villano allí es risible, que las cosas no funcionan así, tan en blanco y negro. Quizá tengan razón, pero quizá no, puesto que en la vida real también existen esos extremos. Dickens era eso, un novelista que comprendía los extremos de la bondad, de la maldad, de la pobreza, del amor.

También comprendía otras cosas: la vida que lograba infundir a cosas que no la tenían, esto es, su poder descriptivo, era impresionante. En sus manos, los muebles no son muebles, sino reflejos de sus dueños, llenos de las mismas arrugas y lunares que ellos. Un banco no sólo guarda dinero; guarda aromas, ideas, estructuras sociales, y refleja la naturaleza arcaica de los empleados, quienes trabajan en “cajones mohosos”, y son “los más viejos de los hombres”. Y entendía (para quienes no hayan visto nuestra intención oculta todavía) ciertas cosas sobre Diciembre. Podía escribir sobre la Revolución Francesa o sobre el espíritu de las Navidades, y podía hacerlo con un alma vívida, convincente, que convertía todo en enormidad y emoción.

Puede ser que sea muy simplista o maniqueo en ciertos momentos, pero sus historias tienen facultades que casi ninguna tiene. Son titánicas. Están hechas en un estilo impecable, pero en el fondo son un hierro candente que marca por siempre y no deja ir. Por algo es que no dejamos ir a Mr. Scrooge, a Oliver Twist, a Sidney Carton. Son estereotipos, sí, pero están construidos con honestidad, amor y una pluma que tenía —aparentemente— toda la fuerza y toda la magia del mundo. Por eso es que sus héroes trascienden las novelas picarescas que creció leyendo: no estaba asustado de ir más allá de una persona descarriada y crear dos, cinco, una miríada de imágenes, un mosaico incontrolable de los excesos de su tiempo. Dickens no escribe para personas que quieren profundidad sutil; protagonistas que no sean buenos ni malos sino todo lo contrario. Dickens escribe sobre nociones absolutas, cosas inamovibles cual castillos montañeses: el egoísmo, la pasión, el tiempo y la salvación. Durante su vida apoyó misiones filantrópicas que salvaron el destino de mucha gente, sobre todo de mujeres desprotegidas y sin educación; pero en sus novelas también ejerce un papel redentor. Y es que, a través de Charles Dickens, de todo el lodo y mugre del mundo, in these, the worst of times, podemos encontrar heroísmo, sentimiento y belleza.

Espero que el amor real y la verdad sean, al final, más fuertes que cualquier mal o infortunio en este mundo.

1 comentario:

  1. Y en esta temporada decembrina, qué mejor que conseguirse la edición de Wordsworth de "The Christmas Books" de Charles Dickens, en la que obviamente no puede faltar el más popular de todos ellos: "A Christmas Carol", libro que podrán acompañar con una taza de té caliente y galletas y con "The Muppet Christmas Carol", la que, si me preguntan, es de las mejores adaptaciones fílmicas del libro (Y cómo no va a ser la mejor si tiene al increible Gonzo interpretando a Charles Dickens! jajaja XD) Y como diría el pequeño Tim: "God bless us, every one!" Merry Xmas, people :D

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