martes, 11 de junio de 2013

América

  • America
  • Allen Ginsberg [E. U.]
  • Primera edición: 1965
  • Poema

America I've given you all and now I'm nothing.
America two dollars and twenty-seven cents January 17, 1956.
I can't stand my own mind.
America when will we end the human war?
Go fuck yourself with your atom bomb
I don't feel good don't bother me.

Lindo inicio, ¿no? El sueño Americano aplastado como cucaracha en cuestión de seis líneas. No es que no se hubiese hecho antes ni nada, pero el estilo de Ginsberg pierde puntos en aquello de la sutileza. Claro que no debe ser fácil tenerla con un país que te enclaustró en un manicomio y que en general te acosa de promesas vacías. Ahora bien, primero que nada una disculpa por mi larga (larga larga) ausencia, pero entenderán que las palabras “final de semestre” son equivalentes a “dile adiós a tu alma” (les debo una reseña de Plath). La buena noticia es que vuelvo con toda una clase de Ginsberg en el bagaje cultural (mediocre clase, pero clase a final de cuentas), por lo que puedo hablar de manera más o menos decente del asunto. Probablemente esperaban reseña de “Howl” (“Aullido”), ya saben, esas largas líneas de mentes brillantes desnudas y medio muertas por las calles. Sin embargo elegí “América” por cuestión de gustos, ambos se parecen mucho, pero el que les traigo ahora es más corto y, por ende, más consistente al momento de explorarlo. Dicho de otra forma: “Howl” me cansa: me cansan sus líneas y líneas de malestar y de indirectas. Y si bien “América” consiste en líneas más o menos similares, la primera impresión es mucho más directa: “te hablo a ti, América”. La gloriosa América; américa; america. Así, pequeña, mentirosa, sin nada más que dejar que desastres. 

Las primeras líneas del poema plantean el humor de Ginsberg en un contexto donde la gran nación se ha paralizado. La cultura se regatea por uso cuantos centavos y un botón puede desatar la energía nuclear. Destruir todo aquello que los rodea. Pareciera que se niega a enfrentar aquella gran decepción, “no quiero molestarte”, repite una y otra vez. Sin embargo la hace cara a un sistema anónimo y lo ametralla de una sola pregunta: “¿Cuándo?”. “¿Cuándo aceptarás que te equivocas?” Sus palabras son casi las de un amante despechado, un hombre traicionado por un amor lleno de promesas falsas. Quiere saber en qué momento recibirá su recompensa, en qué momento la nación se volverá el paraíso terrestre que se le prometió alguna vez. Pero ante todo, quiere saber cuándo la gran patria de las libertades permitirá una libre expresión sin lágrimas. El meollo de todo este asunto, sin embargo, se encuentra en las tendencias comunistas de Ginsberg. Espera el momento en que sus ideales dejen de ser perseguidos por un capitalismo sin rostro; cuando Trotsky no sea una palabra que conjure conflicto; el momento en que las mascaradas de los supermercados se detengan. Pero también espera el día en que pueda ser aceptado en la gran promesa, el momento en que su trabajo, sus palabras, sean parte de un todo.

America you don're really want to go to war.
America it's them bad Russians.
Them Russians them Russians and them Chinamen. And them Russians.
The Russia wants to eat us alive. The Russia's power mad. She wants to take
our cars from out our garages.

Supongo que gran parte de que me guste este poema tiene que ver con el hecho de que me desagrada todo lo que ha representado Estados Unidos en los últimos años. No puedo decir que los versos sin rima (ni métrica ni nada) de Ginsberg me resulten especialmente elegantes, pero su ritmo es muy atrayente cuando se piensa en él como en un jazz donde cada nueva línea se improvisa. Pero estas improvisaciones no vienen de la imaginación de un viciado poeta, sino de una realidad aterradora. América, aquella nación que durante tanto tiempo fue promesa de novedad y futuro, aquella donde Whitman invirtió sus versos para hacer una hermandad, América se ha convertido en nuestro más grande dolor de cabeza. Sus industrias transnacionales han consumido gran parte del mundo; sus refrescos gaseosos nos matan lentamente; sus constantes paranoias e intimidaciones la han vuelto un país incómodo. Una gran nación con la que nadie quiere tener problemas, porque significaría rendirse ante un simple botón. Y también una gran nación que ha dado una bofetada limpia a quienes quisieron creerle, a quienes quisieron desarrollarse en ella y de alguna manera dejar que su libertad diera frutos. O al menos eso es lo que argumenta Ginsberg, una y otra vez, pensando en aquellos que fueron lanzados sin miramientos a guerras sin fin. O aquellos que sucumbieron a la presión de pretender: pretender estar perfectamente bien, ser tan funcional como el país mismo, ser tan feliz como las imágenes de los anuncios. 

Además, me agrada el poema porque no es un llanto de autocompasión. En medio de su enojo, en medio de su decepción, en medio de aquel lugar fúnebre, Ginsberg no sólo siente dolor en sus pérdidas, sino que siente pesar por todos aquellos que ha arrastrado el sueño americano. Pena por los “Wobblies”, trabajadores de la industria con anhelos socialistas que fuero acallados por el gobierno; perna por la libertad de expresión atascada en una sola revista; pena por su infancia –que fue la de muchos– donde el comunismo le permitió la comida, la compañía, y las palabras que el mundo estadounidense parecía negarle. Y ante todo, dolor por aquellos a quienes el sueño se les negó tan sólo por ser de una raza diferente: rusos, chinos, y muchas otras culturas a las que se le negó cualquier ayuda sencillamente por un miedo paranoico a lo nuevo. América no permite infecciones de ninguna clase, mucho menos culturales. La nación se ha vuelto hermética e ignorante, y lo único que puede hacer una mente desquiciada como la de Ginsberg es burlarse de aquellos que saben mucho menos que él. Aquellos que dieron la espalda al mundo para proteger un tesoro inexistente. Y con todo esto: “America I'm putting my queer shoulder to the wheel.” Seguirá trabajando, seguirá forjando, seguirá dando su mayor esfuerzo aunque nunca se vuelva soldado; tan sólo por su consciencia de ser americano, por su consciencia de pertenecer a aquel gran sueño hecho trisas.

Les dejo el link del poema en inglés .
El poema leído por Ginsberg.
Lo siento mucho, pero no lo
encontré en español;  sin embargo, hay una edición bilingüe 
-Ediciones del  Laberinto  ($90-$120)
Disponible en:
-Gandhi
-El Péndulo
-El Sótano
-FCE

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