martes, 4 de febrero de 2014

Mes del libro MALO

Escritor del mes Invitado especial: Paulo Cojelo Cohelo Coelho

Febrero es un mes de plástico. Cajas de chocolate con forma de corazón, rosas de papel pegadas con silicón, bebés absurdos con alitas colgando de lugares insospechadas, osos de peluche gigantes que terminarán en un closet, tarjetas de felicitación Hallmark, Diario de una pasión, las imágenes de Facebook con gatos y perros abrazados, todos los cines/restaurantes/cafés/centros comerciales atascados a más no poder, porque, aparentemente, es el único día del año en que las parejas/amigos/grupos de convivencia/conocidos pueden verse. Y, por supuesto, también estamos los quejumbrosos amargados denunciando al capitalismo, el fascismo, el anarquismo, el consumismo, el cursilerismo y muchos otros –ismos (pero esa es otra historia). A lo que quiero llegar es: ¿Por qué necesitamos de un mes específico para “encontrar” el amor? Es más, ¿cuándo se supone que se nos perdió? Es, entonces,  un mes dedicado a vender un producto gratuito pero empaquetable. Parece ser que es más fácil regalar un globo diciendo “Tkm” que demostrarlo a lo largo del día.

Pero, dentro de toda esta maldad comercial, existe un buen uso para febrero: vamos a hablar de libros de plástico, libros que se parecen a este mes. Vamos a ocuparnos de libros que se dedican a vender un producto gratuito en forma de “autoayuda” con “profundos pensamientos y sabias reflexiones” o “young adult fiction” con “increíbles aventuras amorosas y decisiones del corazón”, y que, encima de todo, lo hacen mal. Dejando de lado lo reprensible de comercializar sentimientos, la manera de hacerlo es verdaderamente burda. La escritura es pedestre, básica como el diario de una púber de secundaria. Y vale, tener una técnica básica no siempre es crítico. Hemingway es buen ejemplo: sus oraciones son bastante cortas, van directamente al grano sin demasiados ornamentos. Pero con esas pocas palabras logra crear un mensaje de dimensiones épicas, desintegra y crea vidas en cuestión de un párrafo y con movimientos apenas perceptibles. El problema con los autores que veremos este mes (y muchos otros que dejaremos fuera, como es Moccia, Dan Brown, Meyer, Osho, Carlos Cuauhtémoc Sánchez y Corín Tellado) es que tienen una técnica básica, pero también un pensamiento muy, muy, mediocre.

Esta es la parte en que comienzan a decirnos pretenciosos, pseudointelectuales, elitistas, mamones, etc, etc. Y pues sí, algo, pero creemos que una dosis de pretensión es más sana que una carencia de criterio. Me explico —en nuestro tiempo y lugar se ha hecho en exceso popular un argumento particularmente peligroso: todos los libros son iguales. No voy a venir aquí a predicar la objetividad y decirles que una varita mágica me ha tocado, concediéndome poderes de completa autoridad literaria, pero tampoco estoy dispuesto a aceptar un mundo totalmente subjetivo en el que leer a Coelho es lo mismo que leer a Orwell porque “cada quien tiene sus gustos”. Declarar que cada quien tiene gustos propios, así, al 100%, es ignorar que vivimos en una colectividad que sí nos moldea en gran medida, y que tiene el poder de crear y destruir tendencias con pasmosa facilidad. En este sentido, un buen 85% de quienes disfrutan Twilight no lo hacen por ese “gusto propio” que oponen al académico (que les parece aburrido y elitista), sino como una expresión de lo contrario: su falta de capacidad para formar un verdadero gusto propio a través de años de lectura retadora, un gusto ecléctico y capaz de ver a través del velo de las simples modas.

Decir que todos los libros son iguales es también decir que todos los lectores son iguales, y eso es prácticamente un insulto. Cada quien tiene derecho a dar la opinión que quiera sobre el libro que quiera, pero la sociedad —sobre todo el segmento letrado de ella— tiene el mismo derecho de ignorar o incluso desechar aquellas opiniones faltas de sentido, conocimiento, fundamento. Sería como si yo me paro a media clase a hablar por encima de mi profesor (quien para efectos imaginativos diremos que tiene un doctorado), convencido de que todo ese esfuerzo que él puso en obtener conocimiento literario no vale de nada y no a hace a sus opiniones generalmente preferibles a las mías. Pareciera que en nuestra sociedad se ha vuelto un crimen hacer la distinción entre lo que puede ser considerado válido como interpretación literaria, o bien como literatura misma, y lo que no. Inmediatamente eres un intelectualoide y un creído. Leer es una empresa que da gran placer, sí, pero gran parte de ese placer proviene (al menos para mí) de saber que lo que leo me está alimentando, me está haciendo llegar más profundo en las entrañas del mundo o de mi ser, y que para causar eso no tuvo que recurrir a frasecitas trilladas o a simples teatritos escapistas, sino que lo logra con arte, con dedicación, con esa mano de artífice de la que hablaba Joyce. Así es que ni modo: vamos a hablar de libros malos.

¿Y por qué Paulo Coelho? ... ¿Se les ocurre alguien mejor? El hilo conductor de sus novelas es una borrosa línea entre lo romántico, lo místico, la autoayuda, la surreal, lo bíblico… es como una torta cubana, pero incluye una agenda con frases célebres. El hombre trafica con la obviedad, “todos necesitamos tranquilidad y el guerrero debe luchar por ella…”, no me digas, ¿de verdad? Sus ventas son vergonzosamente altas porque francamente vende todo: desde calendarios hasta playeras. Pero el verdadero contenido de su obra se puede resumir a una colección de tusfrases.com unidas con adverbios y preposiciones. ¿No me creen? Sólo esperen un poco. Este va a ser un mes divertido, hasta interesante. Vamos a retirar unas cuantas capas de plástico protector, ese plástico que ha protegido este tipo de obras por tanto tiempo.

Nota: escribimos este entre los dos, disculparán los repentinos cambios de estilo.


4 comentarios:

  1. Muy bueno! Me encanto.

    ResponderEliminar
  2. Qué bueno, no he leido nada de Paulo Coelho pero sí de Dan Brown, en inglés, nada menos!, y siempre me he preguntado, cómo yo, con un inglés tan primitivo como el mío, entiendo el "The Da Vicnci Code". Una vocecilla dentro de mí me susurra: -"ilusa!acaso crees saber inglés? Por qué? Porque es, salvando la idea, lingüísticamente hablando, malo, muy malo". Patidifusa me quedo si pienso en el furor que causan sus "seudoverdades".

    ResponderEliminar
  3. Me parece muy interesante esta iniciativa! A pocos antes se les habria ocurrido dedicar todo un mes a reseñar libros malos. Y por cierto, me ha gustado la aseveración: Un poco de pretensión es mas sano que luna carencia de criterio.

    ResponderEliminar
  4. Jajaja. Amé tus frases.

    "...con esas pocas palabras logra crear un mensaje de dimensiones épicas, desintegra y crea vidas en cuestión de un párrafo y con movimientos apenas perceptibles."

    "Y pues sí, algo, pero creemos que una dosis de pretensión es más sana que una carencia de criterio."

    ResponderEliminar